Ejercicio corto de literatura - recuerdo personal
- Cristian Paternina
- 23 oct 2017
- 2 Min. de lectura
Año 2012
Hecho por: Cristian Andrés Paternina

Eran las 9 de la noche, estaba finalizando la clase y él solo podía pensar en verla. Aquella noche nublada “rugía” como si en cualquier momento se fuera a desatar la tempestad. A las 9:15 la docente terminó la clase y aquel joven impaciente recogió su bolso y, sin despedirse de sus compañeros, salió del instituto apresuradamente. Enfrentó el sombrío panorama de una calle peligrosa en la noche como es la 58 (Avenida Oriental), en el barrio Prado. Él caminaba sin preocupaciones, con una sonrisa discreta y con los ojos iluminados. Al llegar al metro a las 9:23 entró rápido en la estación y en ese momento, gota a gota, la lluvia empezó a emanar de aquellas nubes oscuras.
El viento y la lluvia estaban muy distantes de despertar alguna preocupación en el joven , el cual solo pensaba en el momento anhelado en el que se encontrara con ella. El viaje no tuvo sobresaltos, a las 9:50 ya había terminado. Llegó a la Estación San Javier, le tomó cinco minutos subir las escaleras y salir de la estación, en medio de la lluvia. Y el joven sonrió, empezó a caminar rápidamente y luego, en un parpadeo empezó a correr. Poco le importaba mojarse, la ansiedad de verla lo hizo apresurarse, el aguacero estaba lejos de amainar y con la ropa empapada llegó al lugar deseado. Eran las 10:12 cuando tocó la puerta , estaba empapado y las gotas de la lluvia se fundían con las gotas de sus sudor , el corazón le latía rápidamente, quizás por el gran trayecto que corrió, pero él lo asociaba con el sentimiento de amor. Ella abrió la puerta, lo observó, no podía creer lo que estaba viendo, pues el recuerdo de aquellos besos apasionados que él no había recibido en su vida, ella era su primer amor y los únicos roces en los labios que había recibido habían sido de ella, le hicieron olvidar que quizás ella quisiera a otro hombre. Pronto dejó de ser culpable a sus ojos. Ya no sentía aquel dolor punzante, hijo de la sospecha. Hasta ese momento, su cara pálida lo decía todo, un gesto de desolación que acalló el lugar, un dolor inconsolable se reflejaba en sus marrones ojos, unas manos temblorosas y una escena nostálgica, contaban una historia que me aterró, el filo de ese recuerdo desgarra mi corazón, aún siento pena por mi alma que no la olvida.
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